27.2.09

Dicen por ahí...


a veces das miedo
pero del miedo copado
como una montaña rusa

24.2.09

Para quererla


No era cuestión de quererla a ella y nada más.


Para quererla había que desarrollar la paciencia, había que desarmarla capa tras capa, conocerla, disfrutarla, entenderla, discutirla, aborrecerla.


Había que entender sus complejos mecanismos y aceptarlos, o resignarse. Había que protegerla sin que ella se enterase, había que cuidarla aparentando desinterés.


Había que alejarse para que ella se acercara, había que dejarla ser sin límites. Había que esperar mucho sin esperar nada. Hasta que ella quisiera.


Pero cuando ella quería, cuando se llegaba al final de tamaño procedimiento, vaya si valía la pena.

22.2.09

He dicho

Algunas veces somos prácticas... Pero más veces somos, simplemente, jodidas.

Todo esto tiene un comienzo.

19.2.09

Cobarde


Él todavía no tenía rostro. No era más que un nombre, un tipo de fuente y un color. Y sin embargo, ya había roto mis estructuras. Ya no entraba en las noches de calor sofocante, ni en los planes de futuro, ni en la mesa para dos, ni en el sommier de dos plazas recién estrenado.
Era un espejismo en la cruda capital de enero. Era el oasis, el norte, el sur y todo. Era tanto y tan poco que un día decidí ponerle fin. Tomé las llaves, un par de libros, algo de plata, coraje y un taxi. No hubo amor a primera vista; no hubo amor. Hubo atracción, deseo contenido, deseo liberado, deseo reprimido. Hubo besos esperados y de los de sorpresa. Hubo chistes, juegos, preguntas, caricias, lecturas. Hubo más besos. Y más deseos.
No nos volvimos a ver por mucho tiempo. Hablábamos cada tanto para boicotearnos. Pasó el tiempo midiendo orgullos. A los dos nos unía el mismo temor: mi sommier recién estrenado, mi mesa para dos, mis planes de futuro. A mi me aterraba perderlos, a él que no me animara.
El segundo encuentro fue en un pequeño cuarto en el que los dos buscábamos imponer distancias. Se ve que no lo logramos: desperté tarde entre sus brazos. Me fui. Volví a la comodidad de los huecos conocidos de mi colchón, al olor a sahumerio de melón de mi habitación. A lo seguro, como me dijiste en ese mail.
Sí. Siempre fui así de mediocre.

17.2.09

En la próxima vida


En la próxima vida quisiera encontrarte y jugar a conocerte sin culpas. Quisiera acercarme y trabajar tanto en vos, como si fueras arcilla blanda bajo mis manos. Me gustaría lograr abrirte y examinarte como una compleja maquinaria que se descubre, por fin, ante mí.

Quitarte el manto de misterio con las manos, abrazarte los miedos, curarte las tristezas, besarte los defectos. Me gustaría quererte y darte la oportunidad de quererme. Me gustaría que la supieras aprovechar.

Jugar a enamorarnos, no sentirnos mal por pedir abrazos, que no nos abatan las causas perdidas. Tener tiempo para quererte, mucho.

Pediría que entre vos y yo no hubiera palabras dañinas. Que no existieran las idas y vueltas, que elijamos siempre caminar para el mismo lado. Quisiera que me vieras como soy, quisiera que me valoraras así. Que tus palabras fueran ciertas, que mis sentimientos, sinceros.

Quedarme horas abrazando tus dudas hasta disiparlas. Perderme en tu risa, y reencontrarnos en un beso. Tomarnos las manos y alejarnos.

Compartirnos, amarnos, elegirnos, aprovecharnos.

Deseos


Se calza sus botitas viejas y empieza a andar. El futuro tan lejano, el presente tan tan raro, el pasado pisado. Con esas mismas botitas.

Y llega a su puerta, se refleja en los vidrios sucios y trata de arreglarse el pelo. Las botas apretando, el corazón saliéndose del abrigo. Sus dedos temblorosos aprietan el timbre.

Piensa que en esos vidrios se ve sucia y piensa que no le gusta. Piensa. Sus botitas aprietan, el corazón parece querer salirse del abrigo.

Él ya está del otro lado del vidrio; él ya abre la puerta. Un paso. Dos. Ya está adentro.

Se saca las botitas, las deja al lado de la cama. Y se deja llevar. Su risa contagiosa, su mirada sincera, sus manos protectoras. Y ella con su boca ansiosa, con sus manos aún temblorosas, con sus ojos curiosos, lo observa, y lo quiere.

Los deseos se encuentran, se satisfacen y se terminan.

Se calza sus botitas y sale. A caminar la vida.

Momentos


Balancearme en tu balancear y perderme en tu mirada perdida en la nada. Refugiarme en ese punto límite en el que me gusta permanecer por unos momentos, y mirarte, absorto en tus propias sensaciones, en tu propio cuerpo.Divisar juntos el cielo que se ofrece ante nuestros ojos, ese que inventamos tú y yo en ese momento. Ese al que queremos alcanzar con las manos, pero en cámara lenta, disfrutando de ese camino.

Tus ojos brillan en la oscuridad hasta que se cierran queriendo atrapar con los párpados ese momento para siempre. El cielo se acerca mientras el mundo se aleja, en un torbellino de sensaciones e imágenes. Y después la calma, la que repasa lo sentido y anticipa lo por sentir.
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